domingo, 25 de enero de 2015

La culpa pesa un kilo más para el que parte.

No tener motivo
Me pareció el mayor de los motivos.

Ver un callejón lleno de puertas
Y llamarlo sin salida.

Aquí hace frío.
Y ahora que ya no estás,
Siento eso que decías
De que la lluvia abraza mares.

Eras la mas dura,
De todas las baladas
De Extremoduro.
Un delincuente reincidente
Que amaba cada una de las celdas
Que le quitaban lo único que conservaba.

Olvidar es otro modo de recordar.
Las ventanas se cierran a cal
Sin canto,
No hay vendaval que arríe tus velas
Ni cementerio para tanta ruina.

No tener motivos para volver
Fue el mayor motivo para nunca irme.

lunes, 19 de enero de 2015

Turista en tu pelo.

Dame ciudad, dame lluvia, nieve o vendaval, dame semáforos en rojo, dame una hora buscando ese bar que te gustó tanto aquella primera vez, dame cerveza, dame meterte mano en el metro sin que nadie se entere, dame reflejos en los charcos, dame calor que mate este frío, dame tatuajes improvisados, dame gastar las suelas de tanto andar, dame poesía en las calles, dame Gran Vía cada uno con un casco, dame tus labios, dámelos, dame Madrid, sí, pero contigo.

sábado, 17 de enero de 2015

Jetlag.

Estimados Ciencia, Mundo, Tiempo, Espacio, Lógica y Amor,
Os escribo para deciros que se ha ido.
Que ya podéis volver a respirar tranquilos, que nadie os va a molestar.
Que se ha ido y es ahora cuando por fin encuentro un momento para explicaros los porqués que tantas veces me reclamabais cuando yo me negaba a responder.
A ti, Tiempo, decirte que con ella encontré nuevas maneras de medir las horas y que conseguimos demostrar que las cinco de la mañana es tarde solo para quien no ha encontrado la manera de explicar con los ojos cerrados que se puede soñar despierto y no ha entendido que cuando encuentras lo que buscas los días ya no son días y las noches tampoco son noches. Que, a veces, sí pasan treinta años antes de mañana.
Decirte que ella giraba las manecillas del reloj a su antojo y que acortó la primavera en busca de una buena excusa para calentarme la cama y desafiar todas las leyes del espacio. Confesarte también que ni tus diciembres más largos tuvieron nieve suficiente para congelar el movimiento de sus caderas al ritmo de un Quique González pasado de rosca. Que te han engañado, que en realidad no curas nada y que durante 730 días sólo fuiste eso de lo que nos reíamos cada vez que el avión se retrasaba pensando que así nos iba a robar un solo minuto de gloria. Que, aunque tú no lo sepas, tenía que decírtelo.
A ti, Lógica, que para cuando alguien lo suficientemente inteligente te quite la razón y demuestre que todas tus verdades no son más que mentiras ella ya habrá ido y vuelto seis veces. Decirte que a ella le bastaba con saber que algo no podía hacerse para rendirse a la evidencia de que podía hacer lo que le daba la real gana y tú no podías hacer nada contra eso. Que ella siempre estaba guapa, aunque tú no pudieras entenderlo.
Decirte que lo sentimos por no haberte hecho caso cuando nos decías que era imposible, pero es que entonces no hubiéramos tenido nada que contar. Que sus impulsos se reían en tu cara y que ella no podía vivir sin saber que los demás la miraban preguntándose “¿cómo ha hecho eso?”. Que a ella, la idea de morirse, sólo le daba ganas de vivir. Que dicen que hay algo que tener, pero es que ella lo tenía todo.
A ti, Espacio, que tus distancias eran siempre pocas y las camas siempre pequeñas. Que para ella no había medidas y que siempre tenía un estamos al lado en la punta de la lengua y en el fondo de sus ojos. Que todos los kilómetros eran cortos, como sus cafés. Más cortos que la falda más corta de Montera y que las noches en las que el sol tiene que ir a darte un toque en la espalda y decirte “eh, tú, ya es hora de irse a casa”.
A ti, Ciencia que pares de sumar, que de poco te va a servir. Que todas tus leyes eran los diez mandamientos a nunca cumplir colgados en el corcho de su habitación y que los únicos problemas que no sabía resolver eran aquellos que no le preocupaban en absoluto. Decirte que ella sólo restaba soledad y sumaba historias de veranos que nunca se acaban y que si había algo que se le daba bien era multiplicar, multiplicar razones para que todo el agua del mar fuese poca si había que bebérsela a cambio de un brindis a la luz de sus piernas. Que a ella siempre le salían las cuentas.
A ti, Amor, que te sientes. Que te sientes y aprendas. Sí, porque ni tú que siempre tuviste más razón que todos los demás, entiendes una mierda de lo que significaba que ella levantase los brazos en son de guerra, desprendiéndose de su camisa blanca abriendo una tregua que dura lo que dura la pasión cuando es infinita.
Decirte que el único paso que te separaba del odio era el que dábamos nosotros cuando sonaba el despertador y había volver al mundo real. Decirte que lo hicimos todo, por encima de todos los porqués, los síes, los noes y los talveces. Incluso por encima de ti. Que puede que no supiéramos lo que queríamos, pero lo quisimos saber todo.
Y a ti, Mundo… Lo sentimos por haberte obligado a entender que a veces no eres tan grande como crees. Pero es que ella vivía con un cartel de no molestar colgado en los labios esperando a que algún atrevido entrase sin llamar a la puerta y le dijese que a partir de ese momento la única fuerza de la gravedad que existía era la que generaban sus tacones al subir las escaleras que llevan a donde sólo los valientes pueden llegar. Y yo me atreví. Y gané. Y en realidad no lo siento. Nada en absoluto.
Aunque yo tampoco tenga nada que explicarte.

jueves, 8 de enero de 2015

Nada.

La ciencia le dijo al mundo que dos más dos eran cuatro.  El tiempo le dijo al espacio que ni yo sin ti, ni tú sin mí y le dijeron a la lógica que tenían un trato. Y entonces llegó el amor. Y ni la ciencia, ni el tiempo, ni el espacio, ni la lógica pudieron explicarle nada al mundo.

martes, 6 de enero de 2015

Feliz día de Reyes.

Espero que te caigas.
Que te caigas mil veces y te levantes siempre una más.
Que te partas todos y cada uno de los huesos de tu cuerpo derrapando en este deporte de riesgo que llamamos vida. Y que merezca la pena. Espero que lo hagas y que quede claro que somos piedras que se pulen a golpes bajo la atenta mirada de quienes creen que en una de estas se romperán. Pero no se rompen. Espero que nada consiga partirte en dos.
Espero que recuperes tus pulsaciones y ganes el pulso otra vez. Que aprietes los dientes y le digas al mundo de reojo que sólo sabes caminar hacia delante y que si caminas hacia atrás es solo para recordarte que en peores plazas has toreado. Que aquí hemos venido a jugar.Que juegues. Que las cosas más fuertes son las que nacen en la adversidad.
Espero que saltes. Sí, que saltes desde la decimotercera planta de ese edificio llamado pánico a reconocer que te gusta. Que te den la vuelta a las cartas, que pierdas la partida, que ganes la jugada. Que te pillen el farol. Que te cambien las fichas por amaneceres que algún día contarás. Que merezca la pena.
Espero que te enamores. Y que duela. Que te enamores de esa clase de personas con complejo de lanzadera. De las que te hacen perder el vértigo a cambio de las vistas. Espero que le preguntes a las noches donde está ella y que no te sepan responder. Que no puedas dormir. Que salgas a buscarla. Que la encuentres. Que merezca la pena.
Espero que te pierdas. Que te pierdas en medio de un montón de personas a las que ni por casualidad hubieses imaginado conocer. Espero que dirigirles la palabra sea la única manera que tengas de salir de allí. Espero que salgas. Espero que encuentres a un amigo de verdad. Que lo conserves. Que merezca la pena.
Espero que llores. Que llores hasta salirte de ti mismo y los ejes de la tierra se den la vuelta. Espero que tu mundo se vuelque y que, una vez patas arriba, seas capaz de aprender a vivir boca abajo. Que boca abajo de repente signifique del derecho otra vez.
Espero que se te cierren las puertas. Todas y cada una de las que un día estuvieron abiertas en forma de probabilidad. Que tengas que elegir. Que encuentres la manera de abrir las ventanas y comprendas que la luz que entra en nuestras vidas no es sino aquella que nosotros dejamos que entre. Que vivir en la oscuridad nunca ciega, pero tampoco deja ver.
Espero que mires hacia arriba. Creyendo o sin creer. Que mires hacia arriba y des las gracias. Gracias por ti. Gracias por ellos. Gracias por todo. Gracias. Siempre gracias.
Espero que te vuelvas loco. Que encuentres eso que te mantenga despierto, que no te deje dormir hasta que no esté terminado. Que lo termines. Que sea tuyo. Que lo compartas. Que merezca la pena.
Espero que tires la toalla. Que te acorralen contra las cuerdas y por un momento pienses que nada puede ir peor. Espero que ese momento sea eso, un momento. Que seas tú y solo tú quien decida cuanto dura. Que te gires, que des la cara, que sigas peleando. Siempre peleando. Que siempre tengas un motivo por el que pelear. Que merezca la pena.
Espero que sigas yendo a ese bar. Que siempre tengas algo que contar. Que tengas algo por lo que brindar y que no te falte quien te recuerde que los que se han ido ya no están pero que los que se quedan, se quedan por algo. Espero que siempre tengas a alguien que te diga la verdad. Aunque duela.
Espero que te digan adiós. Y que lo digas tú también, queriendo y sin querer.
Espero que te equivoques tantas veces como puedas. Que puedas pedir perdón por ello otras tantas. Que te perdonen. Que siempre vuelvas a casa con una lección aprendida y la paz de quien sabe que el orgullo destruye más que crea y aleja más que acerca. Que te acerques. Que merezca la pena.
Espero que te rompan el corazón. En trozos muy pequeños. Tan pequeños que ni siquiera parezcan trozos. Tan pequeños que se confundan con el polvo. Espero que te agaches. Que los recojas. Que los vuelvas a encajar en lugares que jamás imaginaste que existirían dentro de ti. Espero que te sacudas las telarañas y los tengas donde hay que tenerlos para volver a hacer eso que todos necesitamos hacer tarde o temprano, confiar.
Espero que vivas.
Que sobrevivas.
Y que merezca la pena.

lunes, 5 de enero de 2015

Propósitos.

Y aún pienso que si me mandara un mensaje me palpitaría el corazón tan rápido, me sonrojaría por cualquier cosa que dijera y seguiría pensando que su sonrisa es la más bonita he visto.

viernes, 2 de enero de 2015