lunes, 9 de noviembre de 2015

Tragicomedia.


Hoy me he puesto la mente en blanco y el pintalabios más oscuro que tenía. Metí en el bolso un libro de poemas y una carta de despedida sin remitente; sin destinatario: en blanco. Una carta suicida de todos los sentimientos que han corroído este alma. Este cuerpo. 
Me creía que podría...
Y le he dicho a los lunes que ya no les tengo miedo, a los viernes que no les tengo envidia; al domingo que jamás le volveré a llorar, y tampoco le lloverá.
Y me creía que podría...
Me reído del amor en su cara, y le he dado con la puerta en las narices. He apagado el móvil y roto el timbre. Así no me podrá encontrar nunca.
Creía que podría, de veras...
Pero he terminado pensando en ti, en el fantasma del amor, poniéndome el pintalabios de siempre, la música triste de todos los días, he escrito esta entrada, y he empezado a soltar mil cosas con sentido y sin él. He abierto puertas y ventanas. Y no, el amor no ha llamado. Ni me ha dejado un whatsapp. 
Pero yo misma, me he hecho llorar al mirarme al espejo y no reconocer a quien me mira. 
Lo siento, me he roto.
Y esta vez ha sido mi culpa.

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