miércoles, 3 de junio de 2015

EME

Atardece sobre Madrid. Yo me apago y tú, derrotado, te apagas conmigo. 
Lloro sobre tu hombro y yo, que ahora me siento pequeña, te digo que nunca nadie me hizo sentir tan grande. Pero todo se acaba. Una mañana despiertas con preguntas, una noche no puedes dormir por la falta de respuestas, y entonces comprendes que ese día fue el último de lo que ha sido y el primero de lo que ha dejado de ser.
Cuando te lo digo, me miras irritado por echarlo todo a perder. Nos culpamos el uno al otro de fracasar, como niños enrabiados sin razón. Tú escupes mis errores y yo escupo los tuyos. Al hacerlo, nos degradamos hasta desenmascararnos, alejándonos poco a poco hasta dejar de reconocernos. Ahora tú eres distinto y yo ya no soy la misma. Que si mientes es porque ya no te digo la verdad, que si fallas es porque yo te hago fallar. Y nos echamos en cara recuerdos olvidados, a pesar de seguir rompiéndonos cada vez más.
Hasta que me dejas de hablar. Yo que creía que pierde el que calla primero, me doy cuenta de que soy la que más ha perdido de los dos por no saber callar cuando debía. Por no querer cuando quería. Me arrepiento y te digo que pude hacer las cosas mejor, pero ya me das la espalda. Yo te agarro y te digo que lo siento, pero ya no escuchas porque dices que ya has escuchado suficiente, que ya no quieres saber nada. Después de todo fui yo quien dijo que todo se acaba. 
Y sigues caminando, con el orgullo por las nubes y el ánimo por los suelos.

Que te sirva de consuelo que yo he perdido más de lo que nadie ha perdido nunca.

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario