Todos tenemos más o menos autonomía caudal. Capacidad autoregenerativa
natural. Levantarse de un revés emocional creándose un universo nuevo de la
nada. El tipo que inventó eso de que un clavo quita otro clavo, realmente la
clavó. Pero lo importante no es simplemente volverse a emocionar. Lo importante
es hacerlo siempre como la primera vez. Sin diferencia alguna entre la cola que
te cortaron y la que has generado de nuevo. Volver al punto cero con la misma
ilusión del primer día. Vivir como Dori buscando a Nemo. Y creerte que por fin
la has vuelto a encontrar.
Yo no concibo enamorarme de otra manera que no sea para
siempre. Si no es eterno, para qué exigirse una exclusiva, oiga que no me
compensa, que no me vale la pena. Para eso están las follamigas. Y los amigos
de siempre. Y la gente que te quiere de verdad. La que te estimula
intelectualmente. La que te hace soñar. Todo lo demás, es subcontratable. Como
lo definía categóricamente mi amigo Pedro Ruiz: ''El polvo, por lo que
vale. Ni un euro más.''
Por eso, ahí va otro consejo que no me has pedido: si te vas
a enamorar, hazlo como las lagartijas. Echa mano de tu autonomía caudal.
Extírpate las células muertas, déjalas ahí que pataleen fingiendo estar vivas,
y tú céntrate en la relación que vas a regenerar. Un lenguaje nuevo. Un nuevo historial. Algo que pueda durar.
Porque esta vez puede que sea así.
Y si al final no lo es, jamás lo vivas como
una pérdida de tiempo, ni mucho menos un fracaso.
Porque si todas las cosas que
acaban fuesen consideradas un fracaso, en esta vida todo, absolutamente todo,
estaría destinado a fracasar.
Y sobre todo, cuando la gente te mire con escepticismo,
disimula tu condescendencia y repíteles dos frases:
Todo el mundo cree que se ha enamorado alguna vez. Hasta
que se enamora alguna vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario