El invierno arrasa
con todo lo que no da vida, se lleva las bonitas historias de verano, el calor,
la pasión. Y llega el frío arrasando con todo.
A la mayoría de las personas el frío les cala hasta el
corazón dejándolo fuera de juego, están los que pasan esta época como pueden y
luego están los valientes que se dedican a buscar alguien que consiga romper el
hielo y resguardarle del frío.
¿Y quién no quiere a un sol que esté dispuesto a brillar en
nuestro invierno? El problema es que la búsqueda de nuestro sol conlleva un
riesgo ya que hay que saber diferenciar entre los soles y las estrellas fugaces.
Los soles son aquellos que llegan a tu vida para quedarse,
son esa casualidad que nunca pensaste que podría ocurrir, y sucede. Tener un
sol es lo más grande que te puede pasar, un sol no es solo para abrigarte un
invierno, si no para estar a tu lado y protegerte del frío por muchos más.
En cambio las estrellas fugaces, a primera vista parecen
soles, te llenan la vida de luz y felicidad, te abrigan, te miman, pero de
repente un día, como por arte de magia, desaparecen. Y lo peor es que dejan a
tu corazón más congelado aún, y por mucho que salgas a buscar a tu estrella
probablemente no vuelva jamás.
Conocerás a muchas estrellas fugaces en tu vida, quizá
tengas suerte y consigas convertir a alguna en sol. Pero si no es así, no te
preocupes, hay sol esperándote y puede que no llegue este invierno, no el siguiente,
ni al otro, pero llegará.
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